Si hay una arquitecta conocida en España es Matilde Ucelay Maortúa, nacida en 1912 y fallecida en Madrid en noviembre del 2008. Y no solamente por haber sido la primera mujer que terminó la carrera de arquitectura en este país, sino por haber recibido en el 2004 el Premio Nacional de Arquitectura, otorgado anualmente por el Ministerio de Vivienda a “aquellos arquitectos cuya aportación sobresaliente y continuada, realizada fundamentalmente en España, y valorada con criterios objetivos, haya puesto de relieve los aspectos sociales, económicos, estéticos y tecnológicos de la arquitectura".
Los reconocimientos le vinieron algo tarde a esta singular e inteligente mujer, aunque ella no creía en más medallas que el bienestar de las personas que habitan en los edificios por ella diseñados. Matilde Ucelay terminó su carrera en 1936. Lo hizo de una manera natural, por vocación.
Como natural fue su infancia dentro del ambiente culto, liberal y progresista de su familia, y natural su asistencia al Instituto Escuela (continuador del Instituto Libre de Enseñanza) donde estudió brillantemente el bachillerato.
Algunas de sus amigas se decantaron por las carreras de Filosofía y Letras o Farmacia, pero ella tenía claro que lo suyo era la arquitectura. Época difícil, cuando menos, la que pasó estudiando en esos míticos años treinta en la Escuela de Arquitectura de Madrid, a pesar de algunos inconvenientes menores como el que la escuela careciera de aseos para señoritas. Amiga de Félix Candela y de Chueca Goitia y a pesar de lo inusual de su situación, siempre gozó del mayor respeto tanto de sus profesores como de sus compañeros. Su asignatura preferida: Proyectos Arquitectónicos.
Dos días antes de que estallara la guerra civil, fue homenajeada en el Colegio de Arquitectos de Madrid, acto al que acudieron destacadas figuras de la Segunda República como el Ministro de la Gobernación, Amós Salvador. Este hecho, junto con su filiación republicana, hizo que una vez terminada la contienda, fuera depurada y condenada en Consejo de Guerra a la inhabilitación para ejercer cargos públicos de por vida y para ejercer su profesión, durante cinco largos años.
.A pesar de todas las prohibiciones y dificultades, Matilde Ucelay mantuvo una actividad profesional continuada durante más de cuarenta años, construyendo edificios para clientes privados, proyectos que hábilmente consiguió que firmaran, al principio de su trayectoria, otros compañeros. Ejerció su labor en circunstancias realmente difíciles, inmersa en el contexto social de la época franquista, en el que las mujeres se veían confinadas al ámbito privado y forzadas a cumplir roles exclusivamente domésticos y familiares, careciendo de derechos legales. Sencilla y responsable, trabajó toda su vida sin considerarlo algo excepcional.
Su arquitectura se caracteriza por una profusión y riqueza en los detalles, y por un diseño intimista, ligado al usuario y al entorno. Entre sus obras destaca un gran número de viviendas unifamiliares, colaborando en algunas ocasiones, con el diseñador de jardines y paisajista, Couchepin. Entre sus más de ciento veinte proyectos, destacaremos “La Casa Oswald”, en Puerta de Hierro en Madrid; “La Casa Benítez de Lugo”, en las Palmas de Gran Canaria; así como las librerías “Turner” e “Hispano-Argentina” en Madrid. También diseñó fábricas, laboratorios y otros edificios singulares siguiendo la técnica de Félix Candela, del que importó su patente desde México con la ayuda de su hijo arquitecto.
Matilde Ucelay fue una pionera dentro de la arquitectura española, perteneciente a una generación de mujeres que supieron vivir su vida con imaginación. Mujeres que nos abrieron los caminos que hoy recorremos, con menores dificultades que las que ellas tuvieron que vencer, para participar en la hermosa tarea que es el construir.